En ocasiones siento dolor. Es lógico, soy humana, por mucho que yo me empeñe en pensar que a veces tengo cualidades que no son terrestres.
El dolor lo sentimos todos, pero sus circunstancias son diferentes y a la justa medida de cada cual.
Siento un inmenso dolor al pensar en el amor de mi vida, ya descarnado por la gélida risotada de la muerte. Siento dolor por mi ídolo, el mejor piloto de todos los tiempos, fallecido, haciendo lo que más le gustaba, correr e ir en primera posición.
La muerte, aquella a la que yo prefiero evadir y evitar, al menos en mis cotidianas conversaciones, se lleva todo lo que haya en su camino. Y es inflexible e impenitente.
También a veces siento dolor por las circunstancias que atraviesa el mundo, tantos cambios, cómo estamos sufriendo, que a veces no sé si logro entender… Y, claro que sí, cómo no, también tengo zozobra, por mis familiares que lo están pasando mal, con sus circunstancias particulares, que ellos viven de forma distinta a como las viví yo.
Sí, tenemos derecho a sentir dolor, y alegría, y rabia, y júbilo… Somos humanos, y también somos poliédricos.