Siempre, queridos lectores, trato de hacer llegar un poco mi esencia, mis pequeñas pinceladas de filosofía, en estas notas, o técnicamente columnas, por eso a veces puedo resultar un poco redundante, pero siempre he insistido en la naturaleza contradictoria del ser humano.
Imaginar la siguiente situación: un hijo, cuyos padres se encuentran mal de salud, necesitados de atención, o en el peor de los casos que adolezcan de problemas, pero tengan mucha soledad, y una buena cuenta bancaria. Si sus hijos acuden con regularidad a donde sus padres, en agradecimiento por todo lo que ellos han hecho, el pensamiento de la gente será: “Menudos egoístas, solamente van por el interés”. En cambio, si no acuden o acuden poco, el libre pensamiento de la gente iría en el sentido opuesto: “Qué egoístas, ¿no les dará vergüenza actuar así con sus pobres padres?
En fin, a mí todo esto, por supuesto, aparte de servirme para compartir estas reflexiones con vosotros, amados lectores, también, cómo no, me sirve para soltar unas buenas carcajadas. Porque realmente siempre he creído que uno ha de hacer lo que sienta, porque si estamos esperando el juicio ajeno, jamás nadie estará de acuerdo con nosotros. A algunos les parecerás guapo, a otros feo, a otros, el mejor hijo del mundo, a otros el peor… Así que, gente, haced lo que os salga, que seguro que si es desde el corazón, siempre acertaréis. Y que conste que algunas de esas opiniones de la gente son ciertas, porque por supuesto que el mundo se mueve así, pero quiero creer que hay un reducido grupo de gente que aún sigue creyendo en sus principios, por encima de este tipo de juicios.