La memoria siempre ha sido un gran objeto de mis estudios, no solamente porque en mis varias carreras de educación lo he abordado, sino también, y muy importante, porque me parece fascinante que el cerebro tenga ese poder para evocar tus pasados, como si fueran presentes. Un recuerdo en una canción, en un olor, en un sabor, es algo que te transporta casi literalmente en el tiempo.
Claro que hay distintos tipos de memoria, y no pretendo dar aquí una clase intensiva de procesos cognitivos, pero aquella que hace que recordemos lo pasado es bastante selectiva. Y en esa selección, no sé yo hasta qué punto participan agentes externos y mucho más en esta era informativa.
Hoy me ha sucedido una anécdota un tanto peculiar, como casi todas las que me suceden. Resulta que anoche estuve viendo un vídeo, tipo documental corto, acerca de los atentados del World Trade Center en Nueva York. Y esta mañana, cuando íbamos mi madre y yo caminando por el centro de la ciudad, dispuestas a quemar la tarjeta de crédito, yo le comentaba estos hechos. Ya desde casa algo le despunté, pero cuando estábamos metidas en harina, me dijo que no quería hablar de eso, que si yo seguía comentándole, iba a terminar hablando sola, y que eso ya era algo del pasado.
Yo me sentí mal claro, no solamente porque se rechazó un asunto importante para mí, sino por ese carácter selectivo de la memoria humana. Cuando aquello sucedió, yo misma, incluida, lo vivimos como algo casi apocalíptico. En los meses e incluso años posteriores era un tema habitual de conversación en cualquier tertulia, vecinal, de café, etc. Y, sin embargo, a mi amada madre ya no le parece un tema de actualidad, pasa totalmente, porque según ella, al igual que mucha gente, piensa que ya no es un tema que interese. Y yo me pregunto, ¿cuántas de las cosas que ahora estamos padeciendo tienen que ver directa o indirectamente con ese día? Pero claro, la memoria humana es selectiva. ¡Y mucho!, por lo que veo.