Mil novecientos noventa paría una banda en Pajarillos que hizo ruido todo lo que quiso y más en unos años deslenguados e imborrables. Una banda que adoraba poner patas arriba la playa de Las Moreras y que una noche llenó la plaza Mayor, pero que ahora (aunque resiste) necesita plantearse los conciertos con tiempo y filosofía.
Analizado todo con la perspectiva que otorga el tiempo y la distancia, Imperativo Legal fue y es bastante más que dos o tres himnos locales (Alto forastero, Mi abrevadero, La yesca arderá) y que un ramillete de skas reivindicativos. Mi primo el de la boina, Lucha o In Destrit, sin ir más lejos, les colocaron en una liga diferente a la mayoría de grupos de rock castellanos de la época. Por no hablar de El Perico y Ponle fondo: escucharlas hoy pone los pelos de punta.
Para la historia dejaron tres álbumes de plomo: De barrio (1992), Se nos va la olla (1995) y A veces por supuesto usted sonríe (2000). Nunca grabaron el cuarto. De vez en cuando regalan a su ciudad actuaciones puntuales, rabiosas, únicas (este viernes 14 de febrero, en Porta Caeli, en pleno 35º aniversario, llega otra de ellas).
Social24Horas conversa con Nacho Vicente (bajo y voz) sobre la leyenda y la rabiosa actualidad de Imperativo Legal. Compañeros de viaje para muchas vallisoletanas y vallisoletanos. Treinta y cinco años y un día: el del próximo ensayo. Siempre.
PREGUNTA. Repasemos los orígenes de Imperativo Legal, a finales de los ochenta en el barrio de Pajarillos.
RESPUESTA (NACHO VICENTE). Yo, antes de Imperativo, empecé una banda que se llamaba Metralla. Ensayábamos allí mismo en Pajarillos. Gente de nuestro entorno, entre ellos mi hermano, Chema, juntó a otra gente y se pusieron a ensayar con nosotros, en el mismo sitio, un año y pico después que nosotros, en El Bosco. Yo, cuando empecé con Metralla (cantante, bajista y compositor), en el 88, tenía quince años. Aquel año ya hicimos algún concierto.
P. ¿Con quince años?
R. Con quince años. Tocábamos por ahí en bares de Valladolid. Entonces era otro rollo. Y justo cuando empieza Imperativo, a principios del 90, yo, que estaba muy metido en la onda, aunque era un crío, ensayaba siempre con ellos, hacía coros, tocaba cuando uno no estaba y tal, pero en la formación original yo no estaba. Había gente más mayor, alguno era diez años mayor que yo. Fueron los primeros que lo dejaron. Como las dos bandas tocábamos mucho, yo intentaba siempre coordinarme para estar tanto en mis conciertos como en los suyos. Siempre íbamos dos o tres colegas como coristas, porque el rollo de Imperativo era más festivo. Y, bueno, pues prácticamente desde el principio.
P. Ahora da la impresión de que os sentís bien con el traje de banda de culto.
R. Bueno, vamos a ver, no te creas. Ni pensamos en ningún momento que nos tenga nadie que tener ningún respeto ni entregarnos las llaves de la ciudad ni nada. Somos una banda que siempre nos ha gustado estar ahí. Hemos tenido momentos en los que prácticamente ha habido una ruptura, porque cada uno estábamos en una guerra laboral, ya no era sostenible verse para ensayar. A nosotros lo que nos gustaba era ensayar y salir a tocar. Yo, por ejemplo, además de Metralla he creado Baikal, después Club Negro…., he puesto en marcha como cinco o seis bandas, siempre me ha gustado crear proyectos. El resto de Imperativo prácticamente solo ha estado en Imperativo, quitando a uno de los guitarras, Jesús Ángel, que me lo llevé conmigo a Club Negro. Imperativo siempre siguió en la misma línea, con los mismos procesos de composición: Chema era el principal compositor, y luego rematábamos los temas en el local.
P. ¿Ha habido alguna opción real de pensar en un cuarto disco?
R. Sí, sí, sí. Lo hemos pensado varias. ¿Qué pasa? Que nos vemos tan poco que el tema de meterse en labores compositivas… De hecho yo tenía temas míos, de otros grupos, que pensé en meterlos en Imperativo, pero luego no me cuadraban mucho. Y empecé a escribir algunos, y Miguel, el guitarrista, también. Nos planteamos sacar un cuarto disco donde se remasterizaran algunas de las canciones de los otros discos y se metieran unas cuantas nuevas que habíamos empezado, pero nunca llegamos a rematarlas. Ahora retomar temas que hace tres años que no tocamos, nos cuesta un triunfo, porque a todas los queremos dar una vuelta. Al final te tiras horas… Y horas son un ensayo, y hay épocas que ensayamos una sola vez al mes.
P. No hay tiempo para dar muchas vueltas a mucha cosa.
R. Exactamente. Todos estos regresos de la banda prácticamente los he capitaneado yo, que soy el más guindilla de todos.
P. Eres el pesado que llama por teléfono a todos.
R. Exactamente. Venga, chicos, venga, vamos a hacer tal… Iba buscando fechas interesantes. Por ejemplo, el cincuenta aniversario de algún colega íntimo. Venga, va, pues hay que hacerlo. Cualquier cosa de estas que hiciera que tuviéramos que seguir ensayando. En pandemia grabamos dos canciones que las produje yo en el ordenador de casa, mandándonos las pistas por separado. Y luego pues, bueno, cosas como La Molinera, la van a cerrar, vamos para allá, siempre hemos tenido un carácter bastante combativo, muy de barrio. Ahora estamos un poco lejos del barrio la mayoría pero mantenemos el espíritu.
P. Hablando de espíritu: de aquel Valladolid de finales de los ochenta y principio de los noventa, ¿qué queda? ¿Qué queda de aquella ciudad del Kaos, el Barmacia y el Trastero?
R. Uf, pues queda muy poco, prácticamente nada. La política de esta ciudad (Valladolid), los políticos, siempre han ido barriendo todo lo que había un poco combativo y contestatario, cambiándolo por garitos pijos. No queda casi nada. Lo que sí que queda es el espíritu de la música. La gente joven, incluso más que antes, tiene mucha inquietud por la música. Yo veo grupos ahora de chavales que tienen un nivelón… También es cierto que tienen más facilidad, más acceso, ahora con las redes sociales, la economía también está más boyante. Antes no teníamos un duro.
P. Épocas muy diferentes.
R. Imagínate yo con quince años. No era muy bueno en los estudios y me compré mi primer bajo y mi primera guitarra por medio de un colega que conocía, y lo tenía todo escondido porque no le podía decir a mi padre que me lo había comprado. Ensayábamos a escondidas.
P. ¿Y dónde lo tenías escondido todo eso?
R. Pues una de mis abuelas era mi confidente. Así era.
P. ¿Estaba todo oculto en el barrio o fuera del barrio?
R. En el barrio, en el barrio. Eso era un puntazo. Y el día que lo descubrió mi madre, claro, flipándolo… Tremendo, es cierto que queda el espíritu de la gente joven. De todo lo demás, prácticamente nada. Antes era todo mucho más cutre. Mis padres no iban a vernos, y, joder, yo lo agradecía, porque éramos una cuadrilla de punkis. Sé que en el fondo ahí estaban para apoyarnos, pero no iban a vernos.

P. Los que sí que iban, van y seguirán yendo a los conciertos es una pequeña legión de fans que ni os olvida ni os abandona. ¿Qué sentís al verlos ahí delante del escenario?
R. Pues, hombre, respiras. Piensas que, mira, todavía estamos aquí. La gran mayoría son gente que conocemos, que son amigos, o que han sido amigos durante muchos años y ahora algunos viven fuera y cuando haces algún concierto, vuelven. O vuelves a encontrarte con gente que hacía un montón que no veías. Nos da mucha alegría saber que aún hay gente que sigue estando ahí, que sigue sabiéndose las canciones, que las sigue cantando treinta y cinco años después. Que ya es la leche. Piensas que no somos tan viejos. Da esa sensación aunque han pasado mil años.
P. Estáis a tiempo de ser la gran promesa del rock vallisoletano.
R. Ya te digo. Madre mía…
P. ¿Se puede decir entonces que habrá más conciertos este año?
R. La idea es esa, pero no se puede prometer nada porque no somos tan constantes. Ahora mismo tenemos todos proyectos individuales, de trabajo y de familia, que nos ocupan mucho tiempo. Yo, que estoy tirando más del carro, iré proponiendo, y según como pinte… Lo mismo es en verano y me dice alguno “olvídate de mí”. ¡Lo del julio pasado en El Milanito costó! Nos insistieron y nos insistieron, y lo planteamos para que ninguno se fuera de vacaciones.
P. O sea que os pueden invitar a algún concierto y que no aceptéis porque a alguno le viene mal.
R. Exactamente. Sí, además nuestra política es así. Si a uno no le viene bien, o no puede por lo que sea, no hay concierto. Por eso siempre digo que hacemos dos, o tres, o cuatro como máximo al año.
P. Treinta y cinco años de carrera. De todo lo que habéis hecho musicalmente, ¿qué es lo que os hace sentir más orgullosos? ¿Cuál es el mayor legado de Imperativo Legal?
R. Pues, hombre, yo creo que hemos conseguido a lo largo de estas más de tres décadas tener canciones que no han envejecido, que las seguimos tocando con orgullo, no nos da vergüenza. A mí me pasa con otros temas de mis otros grupos, me digo estas canciones no las cantaría ni de coña. Creo que eso nos enorgullece a todos.
Víctor David López