Llevan los Rufus T. Firefly respetando al público y respetándose a sí mismos desde hace casi veinte años. No son pocos los que esperaban con avidez un nuevo trabajo (el octavo en su discografía) de los de Aranjuez, y ya está aquí, por fin. Todas las cosas buenas (Lago Naranja Records, 2025) es una obra reluciente y leal, con pasajes inolvidables. Pocos discos ofrecerán este año un arranque mejor que el encadenado por Canción de paz, El principio de todo, El coro del amanecer y Trueno Azul.
Atesora tanta clase el combo fundado por Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro como la que anunciaban cuando le dedicaron, con el nombre, toda una aventura musical a Groucho Marx y a “Sopa de Ganso”. Y la clase hace que avancen con la cabeza alta. Obras hipnóticas como Nebulosa Jade, Río Wolf o Última noche en la tierra, por ejemplo, no parecen significar ninguna losa del pasado: son solo su DNI.
Social24Horas conversa con Cabezuelo a un par de días de su visita a Valladolid para presentar las últimas novedades de su universo sonoro: se suben al escenario de Porta Caeli el viernes 16 de mayo a las 21:00.
PREGUNTA. Empezasteis vuestra andadura en una época de ebullición (2006), con muchos grupos saliendo y tocando. Gran parte de ellos no continúan. ¿Cómo de difícil es haberse mantenido en activo todos estos años?
RESPUESTA (Víctor Cabezuelo). Bueno, para mí es lo más complicado de la música, la verdad: el poder aguantar. Creo que de alguna manera se puede llegar a tener un pequeño éxito medio rápido, pero el hecho de aguantar es el éxito más grande. Poder seguir sacando discos y que la gente siga queriendo venir a verte es algo muy bonito.
P. ¿Qué recuerdos tienes de aquellos comienzos?
R. Fue una época de una explosión creativa increíble. Al menos ese es mi recuerdo de aquellos años, quizá porque era muy joven y todavía tenía mucho por aprender. Mi recuerdo es ir a muchos conciertos por salas de Madrid y quedarme flipado siempre, de cómo toca esta gente, cómo lo hacen. Tengo un recuerdo muy claro del día que vi a Health Control, que luego terminaron siendo Atención Tsunami.
P. Atención Tsunami, menudo grupazo.
R. ¡Claro! Yo, cuando vi ese concierto, no me lo podía creer, porque vi a seis personas absolutamente entregadas a su instrumento y al mensaje que querían contar, y a cómo lo estaban contando. Muy emocionante. Salí de allí totalmente loco. Pensé “yo quiero hacer esto con mi vida, quiero tocar así, hacer esto”.
P. ¿Siguen activos los Atención Tsunami?
R. Siguen, sí, sí. Lo que pasa es que les cuesta.
P. Impactaban sus largos tramos instrumentales en vivo.
R. Muchas partes instrumentales, pero cuando canta dice cosas increíbles. Para mí lo tienen todo. Ahí siguen, son unos románticos de la música.
P. Buenos compañeros de viaje desde los inicios.
R. Totalmente, lo que pasa es que nosotros hemos tenido más suerte. Para mí son los grandes maltratados de la música de este país. Son un gran referente, siempre. Cada vez que sacan un disco, me lo estudio. Los quiero un montón. Y ver que no pueden tocar todo lo que les gustaría, que les cuesta un montón hacer giras, me da una rabia increíble.
P. ¿A qué llamas tener suerte? ¿Qué suerte tiene que tener una banda como Rufus T. Firefly?
R. Pues suerte de hacer canciones que de repente la gente empiece a hablar de ellas, y que saques entradas para un concierto y la gente las compre. Esa suerte, que para mí no va asociada al talento ni a la calidad musical. Simplemente te pasa o no te pasa. A veces es difícil de asumir eso, va un poco por ahí. Nosotros hemos tenido esa suerte. A partir del disco Magnolia, la gente quería venir a nuestros conciertos, y lo que hacemos es abrazarlo, sentirnos muy agradecidos e intentar estar a la altura.
P. Y eso que en la letra de Trueno Azul decís que el indie no ha hecho nada por vosotros… El indie no ha hecho nada por Atención Tsunami, en todo caso…
R. Totalmente, totalmente, sí. Digamos que hablo en nombre de muchos grupos. Pero al final tampoco es que el indie haya hecho nada por nosotros: lo ha hecho la gente, la gente que quiso comprar nuestras entradas.
P. Esa gente a lo mejor agradece que la vanguardia sea algo que os mueva. Al menos queda esa sensación de persecución de la novedad, las ganas de estar en movimiento, de no quedar estancados.
R. Sí, lo que pasa es que creo que es una vanguardia atemporal. No creo que persigamos ningún tipo de tendencia que se esté llevando en ningún momento. Nos gustan las cosas atemporales. Creemos mucho en discos que se puedan escuchar dentro de diez años y funcionen igual. Te puedo poner un ejemplo del disco que para mí es el culmen de esto en la historia de la música: el What´s Going On, de Marvin Gaye. Lo sacaron en 1971, cuando reinaba el rock, Led Zeppelin, The Doors, este sonido guitarrero. De repente Marvin Gaye y los suyos hacen un disco que es una locura, preciosísimo, que te lo puedes poner hoy y se te ponen los pelos de punta. Dices cómo suena esto, cómo lo han hecho, cómo lo han tocado. Para mí es lo máximo a lo que se puede aspirar. Siempre lo intentaremos perseguir cuando hagamos discos, aunque por supuesto nos quedemos superlejos. Me gusta tener metas así de bonitas: no algo para triunfar este mes y que al próximo ya no tenga ningún sentido.

P. ¿Cuánta culpa tiene la labor de producción de Manu Cabezalí (Havalina, Zahara) en este sonido que buscáis y encontráis?
R. Muchísima, y no solo del sonido: Manu tiene la culpa de que sigamos juntos tocando. Creo que la labor de Manu no es solo musical, es psicológica. Nos ayuda mucho a creer en nosotros como banda. Cuando nos metemos a grabar un disco, salen a relucir todas las inseguridades de cada músico, y los egos y un montón de cosas que no suelen ser muy agradables en la música. Manu es una persona que sabe manejar muy bien todo eso. Sabe hacer que todos nos sintamos a gusto haciendo discos, que nos sintamos a gusto con el disco que hemos hecho, con las partes que hemos grabado. Tiene mucha facilidad para hablar con la gente, explicarles las cosas. Hace que todo sea más fácil y más bonito. Es posible que si nos hubiera cogido cualquier otro productor, sobre todo cuando éramos más jóvenes, nos hubiéramos acabado peleando, por egos o por cosas así. Manu ha sabido llevarnos muy bien, y ha sabido decirnos a cada uno lo que necesitábamos para que el disco fuera mejor, y que nos lleváramos incluso mejor entre nosotros. Son ya siete discos con él.
P. Hay otra cosa sobre vuestro sonido que me ronda la cabeza en los últimos años. Cuanto más os escucho, más lo pienso. ¿Es la batería de Rufus T. Firefly (Julia Martín-Maestro) la mejor del pop-rock nacional?
R. A ver, a mí no me gusta nada hablar de mejor o peor, es una cosa que odio en la música. Yo creo que Julia es increíble, la verdad. He tocado con muchísima gente a lo largo de mi vida, con muchas baterías, y lo que siento tocando con Julia no lo siento con nadie. ¿Mejor o peor? Depende de qué criterios pongas. Si pones el criterio de técnica, seguro que hay baterías más técnicos. Si pones el criterio de creatividad, seguro que los hay más creativos. Pero yo creo que Julia tiene algo que no tienen otros baterías, y ahí está la magia de Julia. Tiene que ver con cómo lleva el groove. No solo toca con las manos, sino que hay algo de su cuerpo que acompaña al ritmo, incluso de su emoción. No sé si es la mejor, me da un poco igual: solo sé que es increíble.
P. Y ahora, además, canta.
R. Además canta. Se ha animado en este disco a cantar y a componer algunos temas, y me parece increíble, la verdad.
P. O sea, que esto va a continuar así.
R. Espero, que sí. Ojalá el próximo disco se lo haga ella entero, y yo me grabo los sintes, y ya está. Tan a gusto.
Víctor David López