La respuesta corta es “sí”. Ahora vamos a ver cómo lo desarrollamos.
Si hay algo que une a todas las generaciones, desde los “baby boomers” hasta la “generación alfa” es la inexistencia de una educación sexual formal, rigurosa y con base científica. Esta educación ha sido sustituida por un aprendizaje basado en el “ensayo-error” y en los conocimientos adquiridos de manera clandestina por parte del grupo de iguales; lo que ha generado una mística que a su vez ha derivado en “leyendas urbanas” que poco o nada tienen que ver con la realidad y que entorpecen el desarrollo de una sexualidad sana y equilibrada.
¿Qué hemos hecho como sociedad para solucionar esto? Pues, básicamente, nada. Buenas intenciones que derivan en diversas formas de hacer un brindis al sol. Reformas educativas que ahondan en promesas de una “educación sexual integral” en todos los niveles, que finalmente no se concretan en nada. ¿Qué contenidos formativos se aplicarán en cada nivel? ¿Quiénes son los profesionales capacitados para impartir esta formación? ¿Mantenemos la idea de que la educación sexual puede ser impartida por cualquier docente de manera “transversal”? Y mientras desde las esferas de la política se trata de llegar a acuerdos imposibles entre conservadores, progresistas, socialdemócratas, congregaciones religiosas que dirigen centros concertados y hasta el sursuncorda, nuestras nuevas generaciones reciben una educación sexual que (en lo formal) muy poco se diferencia de la recibida por sus padres y poco de la recibida por sus abuelos.
¿Y dónde adquieren entonces la educación nuestros jóvenes y adolescentes? De nuevo en el grupo de iguales y a través de ciertas influencias culturales como pueden ser internet, las redes sociales y el porno. ¿Y cuál es la diferencia entre la educación recibida por jóvenes y adolescentes actuales y generaciones anteriores? El flujo de información. Estamos viviendo en el marco de la sociedad más hipererotizada de la historia, lo cual provoca que un porcentaje elevadísimo de las influencias culturales que niños y niñas reciben desde su preadolescencia tengan relación con el sexo: letras de canciones (hemos pasado del “es una experiencia religiosa sentir que resucito si me tocas” de Enrique Iglesias al “te escupo en la boca, te jalo el pelo, te doy con el bicho y con el Lelo” de Bad Bunny), videoclips, películas, series, redes sociales… que dan unos mensajes cortos, sesgados y muchas veces incorrectos. Todo esto provoca un refuerzo de ciertos mitos sobre la sexualidad, que siguen arraigados en el imaginario popular pero que tienen muy poca o ninguna rigurosidad.
La educación sexual de los adolescentes y jóvenes ha pasado de ser un entorno en el que había poca o ninguna información a otro en el que la cantidad de información a las que pueden acceder es inmensa pero no ha pasado por ningún filtro o canalización. Y los adultos, cuando se acercan a esa educación sexual (si es que se acercan), tienden a hacerlo desde el alarmismo y cuando el fuego ya ha provocado suficientes estragos como para que ya no se pueda solucionar nada, tan solo minimizar daños.
Mientras todo esto ocurre, las infecciones de transmisión genital (conocidas como “enfermedades de transmisión sexual”, aunque sea un término menos riguroso) crecen exponencialmente, reaparecen algunas que se consideraban prácticamente desaparecidas, la utilización del preservativo disminuye entre los jóvenes, las relaciones entre chicos y chicas adolescentes continúan repitiendo los mismos patrones que hace cuarenta años (con leves modificaciones), reaparecen discursos intolerantes con la diversidad, agresiones homófobas, un total y absoluto desconocimiento sobre la realidad de las personas trans (con repetición del clichés tan dañinos como ese de “es una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre”), discursos negacionistas de la violencia de género y una creciente erotofobia y ansia de control de las prácticas eróticas privadas en pos del alcance de una pretendida virtud o igualdad que nos hace cada vez menos libres.
Y en este panorama tan poco propicio es donde nos movemos los profesionales de la educación sexual: dependiendo de la sensibilidad hacia esta problemática y de la buena voluntad de ayuntamientos, equipos directivos de centros educativos, las AMPA, asociaciones… para lanzarnos a predicar en el desierto y a conseguir algunos conversos que se unan a nuestra causa y nos den un sitio para lanzar nuestro discurso.
Y así es como he aterrizado en Social24Horas. Un lugar en el que nos han demostrado esa sensibilidad y esa buena voluntad y en la que nos ceden un espacio para que un par de veces al mes lancemos unas pequeñas pildoritas sobre sexo y sexualidad que esperamos os resulten interesantes, formativas e instructivas. Os espero en este rinconcito. Será un placer (o eso espero).