El río Pisuerga sigue siendo un misterio inaccesible para la mayoría de los vecinos de Valladolid, con una mezcla de belleza, mito y peligro que lo hace muy atractivo y que se mantiene viva gracias a la esforzada tarea de personas como las que mueven la Asociación Medioambiental El Pisuerga (AMA El Pisuerga).
La agrupación cuenta con ciento cuarenta socios, de los cuales un grupo de veinte o treinta voluntarios miman cada mañana de sábado el cauce del río, su ribera y sus rincones históricos. Social24Horas ha pasado junto a ellos el primer encuentro del nuevo curso (han quedado en la playa de las Moreras a las 10:00), y ha sido testigo del hermanamiento y la camaradería de este inspirador grupo de trabajo.
Soco es la tesorera, el alma del proyecto y la todoterreno. Vista su vitalidad, uno no la imagina sentada en un despacho, pero en realidad trabaja de informática -el día a día de cada protagonista, aquí, es una caja de sorpresas-. El confinamiento pandémico hizo que quisiera amplificar su contacto con la naturaleza. Lo mismo sucedió espontáneamente con otros muchos en esa misma época. «Es una actividad muy gratificante, pero también buscamos concienciar», explica mientras cambia su calzado de calle por otro más apropiado para lo que la espera en las próximas dos horas y media.
Preparado para lo que le echen está ya Juan, el presidente, que suda y entra y sale del agua desde primera hora. Es su hábitat natural. Entregó buena parte de su vida a la Confederación Hidrográfica del Duero, pero también podría ser uno de los protagonistas de “Tiburón”. Lleva unos cuantos años ya con las manos en la masa en otras asociaciones medioambientales. En 2021 le tocó presidir, casi a regañadientes, una AMA El Pisuerga recién nacida. Desde entonces, es el encargado de coordinar los retos más fatigosos, como lo de sacar entre seis o siete personas troncos de diez metros a base de cuerdas o de cadenas.
Acaba de llegar correteando Rubén, que trabaja en la Renault por error, porque, como él mismo reconoce, se ha equivocado de época. Es otro lobo de río que hubiera encajado mejor en la era de los navegantes y descubridores. Es piragüista, monta a caballo, organiza recreaciones históricas, se conoce cada metro del Pisuerga desde su nacimiento hasta la desembocadura. «Yo tenía que haberme ido con Magallanes o Elcano», bromea, con los remos de la mano, camino de la embarcación. Él dirige la piragua que llevará a Soco al medio de las corrientes, para juntos desatascar como puedan los ojos del puente Mayor.
Se une a la banda Lourdes, que es prima de Soco. Es socia desde hace un tiempo pero hasta ahora no había podido acudir como voluntaria a las labores de limpieza y conservación: «¿Desde cuándo tenemos tractor?», cuestiona, sorprendida por el despliegue de esta mañana. Ha juntado, mano a mano con otras compañeras, veinticinco kilos de colillas en unos bidones, que pasearán por colegios de la ciudad para abrir los ojos a los chavales.
El del tractor es Manuel. Lo trae, cuando puede, desde La Overuela, donde siempre cultivó trigo, cebada, maíz, alfalfa y calabazas para cabello de ángel. Él se jubiló pero su máquina no. Gracias a ella la cuadrilla puede arrancar del río los troncos más inabarcables, los que empapados pueden llegar a pesar cinco toneladas. Manuel se enganchó a estas actividades hace unos años acudiendo al llamamiento de la asociación vecinal del barrio para realizar una operación de saneamiento en el arroyo Berrocal. Tenía y tiene mucho cariño por el acueducto, y esa jornada le marcó.
Hay un subgrupo de la cuadrilla que se dedica a desbrozar la piedra de las antiguas Aceñas de los Frailes, para hacer memoria y que destaquen en el paisaje. Poco recuerdan esos restos a aquellos tres molinos (dos harineros y otro dedicado al tratamiento de tejidos) que se levantaron en el siglo XIII, pero son el testimonio robusto de los orígenes del patrimonio industrial de Valladolid, y han logrado sobrevivir hasta la edad digital (aunque buena parte de la población pase por delante y ni sepa que existen).
En la orilla, al final de la batida, se amontona el material que se ha encontrado en las frías aguas de la mañana (luego avisan al Ayuntamiento para la recogida). Los guardianes del río han rescatado maletas con vestidos y zapatos de tacón, mochilas con cosméticos, sillas, balones, botellas de whisky. «Hay zonas en las que el río parece un basurero», se lamenta Soco. Hoy ha habido suerte: otras veces se han topado con urnas con cenizas y, desgraciadamente, también con cadáveres.
Buena parte del tiempo, los integrantes de AMA El Pisuerga realizan las tareas con público. No pocos curiosos detienen su caminar en el murete del paseo para observar los quehaceres de la cuadrilla. Hacía falta otra persona para tirar de la cuerda que arrastraba un leño de los buenos, y la tesorera, con simpatía, se dirige hacia la platea: «¿Alguien para ayudar?». No bajó nadie, pero les dio igual: sacaron la faena adelante como todos los sábados.
V.D.L.
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Muchísimas gracias a SOCIAL24HORAS por esta magnífica puesta en público por un extraordinario profesional de la comunicación