“En este loco mundo todo puede ser” canta Tomasito en su versión gamberra del Back in Black de AC/DC; no le falta razón: lo último que el público esperaba era verle reformulando sus canciones acompañado de un bajista del tamaño de Pepe Bao. El festival El Milanito consiguió llevar a Zaratán a estas dos leyendas (ellos dos solos) que caminan por los márgenes desde siempre. Uno vestía de riguroso negro flamenco (zapatos verdes) y el otro llevaba sombrero y camiseta hawaiana. Con las primeras notas, veinticinco personas frente al escenario. El underground es esto.
Y a Tomasito le da igual, porque a Tomasito lo mismo te lo encuentras en un tablao madrileño que rapeando por Jerez de la Frontera. Bao, gallego de nacimiento y andaluz de corazón, bajista de O’Funk’illo, está de vuelta: ha colaborado o formado parte de bandas como Barón Rojo, Medina Azahara, Triana o Sopa de Cabra, y ha participado en proyectos de Raimundo Amador, Luz Casal y Manolo García. En cuanto terminaron el primer tema (Sobreviviré, de Tomasito), el ambiente se había transformado. ¿El truco? El que recita el jerezano: “Suma ritmo al momento, multiplica sentimiento y después divídelo”.
Pronto recibieron los asistentes su parte de ese sentimiento, y supieron cómo organizan sus saraos los que se hacen llamar Majaretas del Planeta: son numerosas las veces en las que mezclan en cuatro o cinco minutos canciones de Bao (propias o versiones) con composiciones de Tomasito. Bajo, palmas y taconeo. Nada más, y nada menos. Un homenaje del gallego a Carlos Benavent se fusionó con Mi Trini, con Tomasito dedicándose a suplicar “un trabajito y un piso de protección oficial”.
Aprovechando la relación de Bao con los Pata Negra, forma parte de su repertorio una versión de Camarón, pista incluida en el cuarto disco de los de las 3.000 Viviendas de Sevilla (Blues de la Frontera, 1987). Cierto es que la conexión entre los dos protagonistas de la velada suele colocar las versiones que afrontan en otro nivel, o al menos a una altura muy digna: lo lograron con La alegría de vivir, de Ray Heredia, y repitieron resultado con ¿Cómo me las maravillaría yo?, homenaje atropellado y con total libertad de Tomasito a su querida Lola Flores.
Aporreando el bajo por bulerías llegó también la última vuelta de tuerca de Bao: el Hotel California de los Eagles (instrumental). Tomasito, como siempre, acompañando con su arte, sus palmas, la percusión de sus tacones y la única palabra que se sabía de toda la canción: “California”. A esas alturas, ya había doscientas personas dedicando el principio de su noche a bailar y reírse con este dúo inesperado.
Su historia nació por casualidad (anoten esto) en Senegal. Estando allí en un festival, como integrantes de un supergrupo andaluz (Spanish Fusion Band), se ofrecieron a actuar también como pareja para tapar el agujero dejado por la ausencia de última hora de otro artista, ahorrándole un mal rato al embajador. Luego tuvieron que cruzar juntos un río en canoa, y eso que Tomasito avisó a Bao de que él no iba a remar: “¿Dónde has visto tú a un gitano con unos remos, o con un quitanieves?”. De aquella actuación espontánea se filtró un vídeo en Youtube, y hubo quien pensó que la dupla se había embarcado en una gira por África. Y hasta hoy.
Tomasito, actuando, se lo pasa en grande y lo contagia. Si no tuvieran que subirse al escenario a continuación “los siguientes compañeros” (como comentó un par de veces), posiblemente no se bajaría nunca (lleva subido a uno desde los 14 años). Con todo y con eso, el que más se divierte es Bao. Él lo hace por duplicado: por el goce que le supone arañar su bajo, y porque observa desde su palco vip las andanzas y espasmos de Tomasito, que le asombran como a todos.
Estos conciertos seguramente serán un asterisco en la carrera de ambos, un pasatiempo; anécdota inolvidable, eso sí, para los que hayan conseguido durante estos años ser testigos de su directo. Por el momento, no han editado ningún álbum de esta aventura. Por eso el show tiene que seguir exprimiendo los de Tomasito. De uno de ellos, Y de lo mío, ¿qué? (2009), eligieron el tema de apertura: Los consejos de mi pare (una preciosa composición de Kiko Veneno, ideal para la despedida).
Ya habían finalizado su correspondiente hora y cuarto los Majaretas del Planeta, la organización ya hacía sonar la música de ambiente de entre concierto y concierto, cuando, por petición popular (en esos últimos compases, frente al escenario se arremolinaban quinientas personas) decidieron dar marcha atrás y despedirse con el gran clásico de Tomasito: Camino del hoyo. Hay que reconocerlo: “no hay ninguna muralla que no salte yo” es la frase que mejor define una vida de intrusos y estas dos carreras a la contra.
V.D.L.