Hablemos de carne roja I

Frecuentemente, personas con autoridad y responsabilidad, pero con nulos conocimientos sobre un tema, realizan declaraciones que crean, asombro entre los profesionales e inquietud en los ciudadanos.

Este es el caso que nos ocupa.

La carne roja, se denomina así, por su procedencia, no por su aspecto y color y, por lo tanto, hemos de atenernos a la definición que ha realizado de la misma la OMS.

La carne roja es “todo músculo procedente de mamífero” (ternera, cordero, cerdo, conejo, etc.)

Evidentemente, no voy a entrar en temas que no me competen (procesos culinarios) y que producen transformaciones en la textura, color y olor de la carne, ya sea roja o blanca; eso queda para los innumerables chefs que pueblan este enorme desierto.

La carne roja y de manera general, independientemente del animal que proceda, nos aporta: proteínas de altísimo valor biológico, grasa saturada y una gran cantidad de micronutrientes (vitaminas y minerales)

A continuación, facilito un análisis nutricional completo; he escogido la carne de ternera (solomillo), ya que parece que este animal es el causante de todos los males de la humanidad, presentes y futuros.

En próximos capítulos, ya que este tema da mucho de sí, trataré de explicar las ventajas del consumo moderado de carne roja, alimento que no debe faltar en una dieta equilibrada y como, en este caso, los procesos culinarios, pueden contribuir negativamente a deteriorar la salud.

Adelantar, que nuestro aparato digestivo, dispone de la “tecnología” suficiente, para disfrutar del consumo moderado de cualquier alimento y así, aprovechar todos y cada uno de los nutrientes que este nos aporta.