Por la fecha y la hora (19:00), por el paraje (un parque estupendo), por el calor y por el ambiente jaranero previo a un nuevo título de la selección española, lo de Celtas Cortos en el festival El Milanito más que un concierto fue un animado pícnic. Y ellos lo comprendieron muy bien. Fue una parada más en la celebración del cuarenta aniversario de la banda.
Comenzaron los músicos pucelanos sobre el propio césped, disfrutando de la actuación previa, la de unos vecinos llegados directamente desde el barrio de Pajarillos: Imperativo Legal. Y gozaron de lo lindo. Los de Chema Vicente salieron de la hibernación durante hora y cuarto. Fueron repasando célebres cañonazos antisistema, anticapitalistas y antitodo incluidos en tres álbumes que ya son de culto, cobijados por dos centenares de personas que (alto forastero, nunca debiste cruzar el río Esgueva) se las sabían de carrerilla.
Ya con Celtas Cortos sobre el escenario de El Milanito, el festejo alcanzó la hora de la merienda con la frescura intacta de unos cuantos de sus grandes éxitos de sus discos de finales de los ochenta y los noventa, y dos nuevas perlas que han pulido en el siglo XXI: Retales de una vida y Silencio (superan estas, sin duda, a algunas de las clásicas, y eso es muy buena noticia).
Con cuatro décadas de furgoneta, tendrían soluciones de sobra para organizar cuatro o cinco repertorios diferentes, sin embargo, ya desde hace tiempo decidieron que las canciones que firmó Jesús Cifuentes en su disco en solitario El Caimán Verde (1995) también serían incluidas. Qué dirá la gente lo fue desde el principio, y en Zaratán le llegó el momento a Bang bang (otra de las de aquel álbum que aparece de vez en cuando en su selección es Ska del paro).
Algunos audaces montajes de vídeo ayudaron a colorear el show. Fue el caso de Legión de mudos, el lado más rock del LP En estos días inciertos. Ese álbum de 1996 fue el más revisitado de una tarde en la que la cerveza artesanal iba y venía en manos de gente que acababa de salir de la piscina o de lanzar a sus críos desde la tirolina. Son cuarenta tacos para los Celtas, pero también para sus seguidores.
Por supuesto también hubo hueco para lo más nuevo, con el enérgico tema que da título a su más reciente trabajo, El mundo del revés, publicado en abril. Tres minutos que funcionaron a la perfección y que el cantante aprovechó para enviar a los allí presentes al puesto de merchandising a hacer algo que hacían en su época los aztecas: comprar un compact disc.
Cifu tenía prisa por encajar todas las canciones que fuera posible antes de que arrancara la final de la Eurocopa (seguimos siendo “un país de Don Balón”), así que se saltó presentaciones, introducciones y los parloteos que forman parte de la idiosincrasia de sus puestas en escena, pero cuando tuvo que dejar algún mensaje, lo dejó, como en El emigrante: “Que se lo digan a la madre de Nico Williams. O de Yamal”, comentó tras un estribillo, en referencia a los jóvenes jugadores que, minutos después, triunfarían en Berlín.
Durante la actuación, llamó la atención la presencia en las primeras filas del exbajista Óscar García, uno de los fundadores del combo, que abandonó la banda hace unos años por problemas de salud. En los últimos compases de la velada, resultó entrañable (más aún tratándose de un aniversario tan redondo) verle primero entre bastidores, y luego ya de lleno en acción, en plena faena, con su bajo, acompañando de nuevo a sus antiguos camaradas (Goyo Yeves, Alberto García, José Sendino) en un par de canciones.
Son de la casa, y, aun así, siempre hay alguien que, aunque parezca mentira, les ve en directo por primera vez. Esos no se pueden ir a casa sin el 20 de abril, La senda del tiempo y Cuéntame un cuento. No tendría perdón de Dios. Por eso, sí, esas también las tocaron bajo el sol de Zaratán: la primera al borde del minuto 90 y las otras dos en la prórroga.
V.D.L.
¡¡¡Qué bien escribes!!!