Entre todas las opresiones que podemos encontrar en la sociedad actual, existe una con menos altavoz, de momento, pero cada vez más adeptos en la lucha. Se trata de la opresión estructural que presupone la superioridad de los pensamientos, prácticas y experiencias cuerdas sobre las de las personas con padecimientos psíquicos. Se denomina cuerdismo, y del cuerdismo no sale casi nadie indemne.
El pasado sábado 8 de febrero, en Akelarre Librería Café (Valladolid), durante el encuentro con Elisenda Tuneu y Hug Figuera (traductores de Por nuestra Cuenta. Alternativas autogestionadas frente al sistema de salud mental -Katakrak Liburuak, 2023-, de Judi Chamberlin), se profundizó en el cuerdismo y se fueron desgranando asuntos relacionados con violencias psiquiátricas y corrientes renovadoras.
Elisenda Tuneu y Hug Figuera arrancaron con los entresijos de la propia traducción de la obra, trabajo necesario, por estar aún virgen en lengua castellana. En uno de los pasajes del libro, Chamberlin relata algo que a muchos lectores les sonará: cómo llegó a caer en manos de un psiquiatra por primera vez. Desgraciadamente, según la autora, nadie reflexionó lo más mínimo sobre la época que atravesaba antes de introducirla en la rueda salvaje de la sobremedicación.
“Durante años lo describí como una depresión intensa. Pero depresión es una palabra que me proporcionaron los psiquiatras, una palabra que se ha instalado en el lenguaje cotidiano sin que apenas la notemos, pero una palabra que, sin embargo, nos hace pensar en la necesidad de médicos y hospitales. Lo que yo necesitaba era volver a mí misma, ponerme en contacto con mis propios sentimientos. Esta etiqueta, depresión, frustró durante años las posibilidades de hacer que mi vida se moviera en una dirección positiva. Una depresión es algo de lo que hay que deshacerse y el objetivo de la psiquiatría es curar a las personas de la depresión. Que mi depresión pudiera estar diciéndome algo sobre mi propia vida era una posibilidad que nadie consideraba, ni siquiera yo misma”.
Avanzada la charla, ante la atenta mirada de más de cincuenta personas, los protagonistas y los moderadores (Radio Kuko y El Zarzal Salud Mental), coordinados por Lourdes Fernández del Saso, una de las organizadoras del acto, analizaron, por ejemplo, el denominado iceberg de la violencia cuerdista. Se repartieron fotocopias, para que todo el mundo siguiera el croquis. “Sabíamos que no había que llamar a la policía; hoy sabemos que tampoco hay que llamar al psiquiatra”, bromeó Figuera, con la risa como autodefensa. Minutos antes, con el mismo desparpajo, había relatado su relación con las terapias electroconvulsivas (TEC): los famosos electrochoques.
En ese iceberg de la violencia cuerdista, la superficie visible, siempre compuesta por formas explícitas de la violencia, corresponde a violencias psiquiátricas e institucionales: incluye la violencia policial, las desapariciones, el internamiento involuntario, la citada sobremedicación, los asesinatos, las muertes por negligencia, y las agresiones físicas y verbales, entre otras.
Pero queda todavía la parte invisible de dicha violencia cuerdista. En esa vertiente, un porcentaje tiene forma explícita (las violencias psicosociales) y otro porcentaje tiene forma implícita (las violencias simbólicas; la normatividad cuerdista, capacitista y neurotípica, y las violencias estructurales/ materiales).
Expulsión de la vivienda, discriminación laboral o educativa, infantilización, estereotipos, estigmas, son algunos de los ejemplos de violencia psicosocial. El humor cuerdista o el uso de la palabra loco como insulto o para desacreditar son unas de las fórmulas más habituales de violencia simbólica.
Uno de los casos más comentados, de cruel actualidad, fue el de José Alfredo Miranda Oblanca, encerrado en el psiquiátrico de Santa Isabel (León) desde hace más de cinco años en contra de su voluntad. Desde principios de enero, José Alfredo tomó la decisión de comenzar una huelga de hambre y sed (más tarde, también huelga de palabra) para decir basta a los abusos que él y sus compañeras y compañeros viven allí día a día. Pronto se cumplirá un mes desde que pasó a un régimen especial con llamadas y visitas restringidas. Poco se sabe de él.
Enriquecedor y abrumador fue también el turno de intervenciones del público. Ahí es cuando se vio que la problemática tratada es bastante más permeable a la vida de toda la población de lo que se puede pensar en un primer momento, cuando se vislumbra desde lejos el cartel de la velada. Una de las mujeres que tomó la palabra ante los asistentes fue una madre que había tenido que ingresar a su hijo en un centro psiquiátrico. Cuando le dieron el alta, el chaval mostraba claros signos de tortura. La impotencia de la madre al contarlo, incapaz de encontrar la vía pertinente de denuncia entre la maraña del sistema, fue la fotografía más exacta del motivo de este encuentro.
Radio Kuko, uno de los organizadores de este encuentro, dedicó uno de los episodios de su programa Kiskillosa a la traducción del libro de Chamberlin, y entrevistaron tanto a Elisenda Tuneu como a Hug Figuera. El contenido está disponible en su podcast.
VDL