Los alumnos y profesores de la Escuela de música de Valverde de la Virgen actuarán, en el Auditorio Ciudad de León, en un concierto para clausurar este curso. Los participantes, de todas las edades, con sus variadas especialidades instrumentales y vocales, llevan meses preparando este concierto con los nervios de un primerizo y la constancia y la minuciosidad de auténticos profesionales. En esta ocasión han preparado un evento con temática de “musical”, que bien nos podría transportar a los ambientes de Broadway, West End o a la misma La Gran Vía madrileña.
El espectáculo tendrá lugar este viernes 7 de junio, en el Auditorio Ciudad de León a las 20:00h. Para disfrutar del mismo se pueden retirar las entradas en las instalaciones de la propia escuela (5€), sita en La Virgen del Camino, entre las 16:30 y las 20:30.
Hoy conversamos con Álvaro Sánchez Ruiz, jefe de Estudios y profesor de saxofón de la Escuela de música de Valverde de la Virgen.

¿Cómo se inicia Álvaro en la música?
Nací en el León de los años 80, en una familia sencilla, sin más antecedentes musicales que unos padres que habían hecho sus pinitos en un coro cuando eran jóvenes. Estudiar música surgió de una forma natural, siguiendo la estela de mi hermano, cinco años mayor, que había iniciado sus estudios de piano al mostrar un oído llamativamente bueno para ser un niño tan pequeño. No fue mi caso: simplemente iba detrás y “probaron” conmigo. Mis padres siempre nos inculcaron interés por descubrir, por experimentar cosas nuevas, por formarnos en aquello que nos podía enriquecer como personas. Y siempre tuvimos un apoyo incondicional en este aspecto, a lo cual estaré eternamente agradecido. De otro modo, mi vida hubiera sido bien distinta.
De todos los instrumentos posibles ¿Por qué el Saxofón?
Cuando inicié mis estudios escogí el saxofón sin otra causa que compartir pupitre en el colegio con otros tres compañeros que ya tocaban este instrumento. Casualidades de la vida: así encontré la herramienta de la que haría mi vocación. Aunque en realidad no fue tan fácil: a los trece años sufrí una pequeña crisis en la que estuve a punto de tirar la toalla. La música exige mucho trabajo, mucha constancia, mucha disciplina, y con un pie recién metido en la adolescencia, esto se hacía especialmente duro. Sin embargo, a los pocos meses de aquel mismo curso pasé de querer dejar la música a estar convencido de que viviría de y para ella. Esta decisión se la debo, además de al siempre presente apoyo de mis padres, a dos personas que de algún modo se convirtieron en mi referencia profesional, académica y cultural: Juan Blasco, mi profesor de saxofón, y Héctor Sánchez, mi hermano, el cual también ha hecho de su instrumento su vida.
Y la docencia ¿Vocacional o casualidad?
Cuando terminé el instituto decidí intentar compatibilizar los estudios a los que me quería dedicar en cuerpo y alma, la música, con algún otro que me completase. Y tras un bachillerato de ciencias “aterricé” en Historia del Arte. A mitad de esta carrera inicié los estudios superiores de saxofón en Oviedo, mientras concluía la licenciatura de Arte en la Universidad de León.
Fueron unos años muy intensos donde, además de sacar adelante dos carreras en dos provincias (la de música con especial carga de estudio), de cumplir con mis obligaciones de veinteañero que vive fuera del nido familiar, y de un sin fin de aficiones musicales y deportivas, pasó por delante un nuevo tren que, imprudentemente, no dejé escapar: el mundo laboral. Empecé a trabajar como profesor de saxofón en una escuela de música rural en León y así descubrí una nueva vocación plenamente compatible con lo que había estado haciendo: la pedagogía musical.

¿Proyectos pasados, presentes y futuros?
Tuve también un periodo en el que descubrí el fascinante mundo del canto en el Coro de la Fundación, por entonces aún, Príncipe de Asturias. Allí tuve la ocasión de desarrollar algunos de los proyectos más importantes, musicalmente hablando, de toda mi vida, bajo la batuta de eminencias como Alberto Zedda, Yuri Bashmet, Jesús López Cobos o Krzysztof Penderecki.
Una vez concluidas ambas carreras continué unos años más formándome como intérprete con Christian Wirth y fueron surgiendo otras opciones de trabajo dentro del campo de la enseñanza de mi instrumento, así como de otras materias que suponían nuevos retos: el lenguaje musical, la informática musical o la dirección. Fueron un par de escuelas más las que me dieron experiencia, hasta que encontré el lugar del que no me querría mover: la escuela de música de La Virgen del Camino.
Desde hace poco estoy trabajando en la Universidad de León, en la facultad de Educación, procurando que el día de mañana haya docentes mucho más preparados que yo y que a su vez éstos transmitan con entusiasmo lo que la música puede hacer por la sociedad.
¿Cómo es ser profesor en la Escuela de música de Valverde?
La esencia de mi vida profesional duerme aquí: casi desde que se fundó llevo trabajando en la Escuela Municipal de Música de La Virgen del Camino, donde imparto, principalmente, saxofón y donde colaboro en la dirección del centro. Vi nacer este proyecto con una decena de alumnos y, ya con más de medio millar y seguimos creciendo, ahora éste es parte de mi historia y de mi forma de ser. Casi sin pensarlo, llevo ya casi dos décadas haciendo desde mi aula lo que más me gusta: aprender y compartir lo que sé. Y es que la pedagogía es exactamente eso.
¿Qué significa la música para Álvaro?
Hay quien vive para trabajar, y quien trabaja para vivir. Yo tengo la suerte de no hacer ninguna de las dos cosas: he hecho de mi trabajo parte de mi vida y viceversa, sin que por ello deje de tener otras aficiones bien distintas. Volver a casa, agotado, eso sí, pero con una sonrisa por haber disfrutado de tu labor es algo que no muchos tienen la suerte de experimentar. Pero esto no es sólo por causas vocacionales: tengo el privilegio de trabajar en una escuela modélica, donde el buen ambiente y las ganas de hacer cosas nuevas recorren cada pasillo y atraviesan cada puerta sin llamar. La rutina no tiene cabida aquí. Y el equipo humano que me rodea (tanto alumnos como profesores y otros trabajadores del ayuntamiento), hacen que los “buenos días”, las “gracias” y otras palabras de amabilidad y buenos deseos salgan de la boca con más significado que nunca.
¿Consideras que la música tiene la presencia necesaria en las escuelas y en las ofertas culturales de León?
Ni mucho menos. La música puja un lastre en el sistema educativo, desde hace muchísimo, y con el tiempo se va acrecentando aún más. Por muchos políticos y no pocos docentes, la música en el colegio es vista como una asignatura menor, evitable, innecesaria y que resta tiempo de otras más “importantes”, por lo que ha ido retrocediendo progresivamente. Para muchos es un entretenimiento, una curiosidad, o quizá una “cultura general” que tiene poca aplicación social. Pero la música es mucho más que eso: es una forma de crear y descubrir identidad, de aceptar diversidad, de fundir culturas, de cooperar, de entender la disciplina y la jerarquía, de avanzar en inteligencias emocionales, de unir tradiciones y vanguardias, de respetar, de aplicar pensamiento lógico, es coordinación. Con permiso: es una forma de cambiar, consolidar y aceptar nuestro entorno. Lo es cuando hacemos música y cuando la escuchamos. Pocas cosas hay que tengan tanto poder de unir y coordinar a miles individuos y que lo hagan de una forma tan rápida y directa; de esto saben mucho los publicistas. El potencial de la música en un entorno social es tremendo: es algo que veo a diario; por desgracia, muchas instituciones no… Pero por suerte aún hay administraciones pequeñas y valientes que hacen los deberes de las grandes y afrontan retos educativos y culturales tan importantes para sus vecinos como son una escuela de música o una programación cultural de calidad.
En cuanto a León, en relación a esto último, bien es cierto que tiene muy buena música, tanto local como importada. Pero, en mi opinión, no tiene el lugar que merece y con los años ha ido a mucho menos. Esa merma en la importancia de la música en los colegios se ve reflejada en el resto de la sociedad y viceversa. Podemos y debemos exigir mucho más a nuestros representantes políticos, de todos los niveles, pero también como ciudadanos deberíamos reflexionar cuánto priorizamos la cultura respecto a otras actividades de ocio, en ocasiones, de muy poca calidad.
¿Dónde te ves dentro de 20 años?
Espero conservar salud y energía para seguir afrontando los retos que más me gustan dentro de mi campo. No me veo en otro que no sea la música y la docencia. Y me veo ligado a mi tierra, León, de la que soy tan embajador como crítico. Si vuelvo la vista atrás dos décadas veo una merma en mí (natural y lógica) como instrumentista, al ver pasar por delante nuevas generaciones con una formación excepcional. Pero también saco pecho al ver que, a pesar de lo muchísimo que me queda por recorrer, he ido creciendo como profesor, y la mochila de recursos para compartir lo que sé está ahora bastante más llena.
En definitiva, imagino que los próximos veinte años transcurran de una forma natural a como lo han hecho los veinte anteriores. Pero mucho más deprisa, eso seguro.
Muchísimas gracias por sacar tiempo, en estos días de ajetreo musical, para mostrarnos la labor que hacéis en la Escuela de música de Valverde de la Virgen.
A vosotros por ayudarnos a crecer en una sociedad con más cultura y más música.
