La historia del cine está repleta de películas que cuentan historias durísimas pero que a la vez son obras bellas y pueden disfrutarse: La cronología del agua, el debut como directora de la estadounidense Kristen Stewart, es simplemente despiadada. Nadie en su sano juicio se pondría esta película en casa para verla por segunda vez y sufrir en diferido.
Es difícil imaginar que puedan enlazarse más tragedias en una vida, pero lo narrado real: se trata de la adaptación de la autobiografía de la exnadadora y escritora Lidia Yuknavitch. Es un milagro que haya salido de cada uno de los episodios a los que se viene enfrentando desde niña.
Las memorias de Yuknavitch son un drama compuesto por largos en la piscina y plusmarcas (siempre negativas) rotas una y otra vez. Bajo el agua, por supuesto, no se notan las lágrimas.
Las primeras tomas de Stewart a los mandos de un proyecto cinematográfico en forma de largometraje son sangrientas e incómodas, con un halo de violencia velada. Esa violencia pronto pasa a ser explícita y acompaña a la protagonista (interpretada brillantemente por la británica Imogen Poots) durante todo este filme de formación, a medida que se desarrolla su personalidad y su carácter.
A los mitómanos musicales les encantará ver que en esta fase de desarrollo del personaje principal aparece brevemente como mentora Kim Gordon, de Sonic Youth (ojo con esta mentoría también…).
El argumento no respira, ni deja respirar (¿es posible la poesía entre tanto abuso?). El trabajo delante y detrás de las cámaras es robusto, eso es cierto; sin embargo, no hay atisbo de esperanza. Se intuye adónde quiere llegar la directora, pero no alcanzamos a saber cómo. Ni siquiera se puede confiar en el esperanzador final que se adivina: seguramente todo salga mal más pronto que tarde.
Para colmo, la narración apuntala el horror con una voz en off (la de la protagonista) susurrada. Posiblemente no hacía falta ahondar más en las heridas que se van mostrando, ni fuera necesario tanto metraje cruel (en ocasiones roza la tortura). Por eso algunas personas (no pocas) fueron abandonando el patio de butacas del teatro Calderón esta noche de miércoles, desesperadas. Los que resistieron hasta el final, despidieron este estreno con aplausos.




