Al mercado le interesaba la lana de oveja blanca, no la lana negra, porque de este modo podía teñirse y abarcar más rango de colores, y así fue como poco a poco el censo de la raza castellana negra fue menguando y menguando hasta quedar atrapada en un agujero del que ha tardado mucho tiempo en empezar a salir.
Manuel Choya, junto con Sandra, su pareja, regresó a Ciudad Rodrigo (Salamanca) después de sus años de estudio y sus primeras experiencias profesionales. Habló con su hermano Pablo, y se plantearon poner en marcha algún proyecto relacionado con el campo. No partían de cero. Algo de experiencia tenían. “Nos criamos en una huerta, en una explotación familiar pequeñita, de esas que tenían dos vaquitas, unos cerdos, unas gallinas”, explica Manuel a Social24Horas. “Hemos crecido en ese entorno del campo y en ese tipo de vida”.
Se fijaron en el sector ovino y crearon la asociación El Redil del Oeste. Desde hace un lustro compatibilizan esta actividad con otro trabajo a tiempo completo, madrugando antes de su jornada laboral, o alargándola hasta el final del día. Por si no había suficiente dificultad, escogieron el camino más cuesta arriba: “Empezamos con ovejas mixtas y llegó un momento en el que decidimos apostar en exclusiva por que el rebaño fuera de raza castellana negra”, cuenta Manuel.
La Asociación Española de Criadores de Ganado Ovino Selecto de Raza Castellana (ANCA) es la que lleva el control de la mejora genética de la raza con controles exhaustivos, con trazabilidad completa, algo fundamental dada la delicada situación en que había quedado la especie. Cada movimiento de El Redil del Oeste es analizado al detalle.

Lo que cuesta sacar adelante este proyecto solo lo saben Manuel y Pablo, que hacen malabares para conciliar sus otros trabajos y la vida familiar. Como sustento económico de toda esta labor, en un primer momento, venden los corderos para lechazos, pero el objetivo final en los próximos tiempos será seleccionar animales para vender a otras explotaciones, tanto ovejas como sementales (actualmente han reservado para ellos cuatro sementales, y para la selección se han decidido por diez). El rebaño suele estar alrededor del centenar de cabezas.
Los esfuerzos realizados en la provincia de Zamora, y, en menor medida, en la de Salamanca, como en el caso de El Redil del Oeste, han conseguido que, por los datos recopilados en el censo del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el estatus de la castellana negra pueda dejar de ser el de especie amenazada en 2027 (lleva desde 1997 catalogada oficialmente como en peligro de extinción).
De todos estos años de trabajo con el rebaño, Manu se lleva una maleta de aprendizajes. Lo primero que supo es que “son animales superinteligentes”. Se dio cuenta a medida que sumaban kilómetros. “Nos movemos por parcelas pequeñas y vamos andando de una a otra por todo el entorno de Ciudad Rodrigo, incluso cruzando por el Puente Romano o lugares cercanos a la muralla”, explica, “y ves que recuerdan perfectamente los puntos donde han parado a comer alguna vez. Intentan siempre meterse de nuevo”.

Pronto comprendió también otra de sus particularidades: la oveja es un animal muy gregario. “Cuando una rompe a caminar hacia un lado, todas las demás le siguen”. A Manuel hay un episodio que no se le va de la cabeza: “Caminando por un prado, en una especie de charca rodeada de zarzas, algunas ovejas empezaron a dar vueltas alrededor de la charca y llegó un momento en el que daban vuelta todas y la primera se juntó con la última. Estuvieron como treinta minutos dando vueltas”.
Y allí se quedaron Manuel y Pablo, mirando cómo sus castellanas negras giraban sin parar. Parece mentira que haya tantas. Desde la linde comienza a vislumbrarse la luz al final del túnel: sin duda los madrugones están sirviendo para que la raza perdure y no sea solo un recuerdo de nuestros antepasados.
V.D.L.




