La Gala Castilla y León de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, celebrada el miércoles 29 de octubre en el teatro Calderón, tenía reservada para el público una de las tardes más románticas y mágicas del festival: la proyección restaurada de los cortometrajes “Canal de Castilla” (Leopoldo Alonso, 1931) y “El Noveno” (Basilio Martín Patino, filmado en 1959).
Es la primera vez que la Filmoteca de Castilla y León participa en la Seminci con material propio. Maite Conesa, directora de la Filmoteca, protagonizó la presentación de los filmes, explicando cómo se plantea un trabajo de restauración de este calibre: cómo se organiza esta rehabilitación y la reposición de una película para volver a incluirla en la vida social y en la vida cultural de los espectadores de ahora.
Lo primero que piensan los encargados de la restauración es cómo van a abordar el pasado cuando el pasado pesa tanto. Tiempo habrá luego para los aspectos técnicos; antes hay que debatir desde qué punto de vista se rehabilitan las cintas, con qué sensibilidad, en qué contexto, para qué, por qué.
Una vez resueltas esas primeras cuestiones, se meten en harina. Es difícil, contó Conesa, “mantener la calidez de los materiales fotoquímicos que arrasa completamente la digitalización con su frialdad hiperrealista”. Buscan con ahínco “que no se pierda esa textura tan querida por los cineastas y tan valorada por los espectadores entendidos en cine”.
Pero las décadas no perdonan, y es lógico que las cintas que aún perduran estén en muy mal estado. “Pensamos en cómo conservar las huellas del tiempo”, explicó la directora. “Las películas están malitas, tienen heridas en muchos casos, pero esas heridas pueden ser cicatrices y pueden tener una vida muy digna manteniendo algo de ese pasado, aunque los espectadores de ahora estén acostumbrados a ver imágenes perfectas”.
Cuando la parte técnica está controlada, a la Filmoteca de Castilla y León le preocupa sobre todo “cómo meter esta película en el cauce imposible de manejar de la cultura audiovisual de este momento, con esta mirada moderna que tenemos sobre los materiales antiguos”. La vía que han encontrado es la de los pases especiales en los festivales, acercándose a la población más cinéfila.
Leopoldo Alonso, pionero del género documental
Leopoldo Alonso, pionero en casi todo, responsable de más de cincuenta documentales (género del que es uno de los padres en nuestro país), rodó Canal de Castilla con gran rigor etnográfico a lo largo de las provincias de Palencia y Valladolid. La película nos invita a seguir el canal en su día a día, navegando placenteramente por sus ramificaciones y acequias, mostrando la belleza de las embarcaciones salvando desniveles y esclusas, con todo el entramado de ingeniería que sostiene una obra titánica.
La proyección contó con la actuación en directo del artista J. Sasso, que musicalizó, rasgando su guitarra eléctrica, las escenas mudas, distorsionando el paso de las aguas.
La directora de la Filmoteca agradeció a la Confederación Hidrográfica del Duero, por cederles en los años noventa los primeros materiales, nitrato y acetatos, de los que salió esta copia de Canal de Castilla en 6.5 K (la máxima calidad que se puede alcanzar).

La renovación llegó con Martín Patino
El Noveno es el primer corto documental de Basilio Martín Patino, una de las figuras esenciales del Nuevo Cine Español. Retrata las fiestas de San Felices de los Gallegos, una localidad en la provincia de Salamanca que aún hoy en día recuerda anualmente su liberación del vasallaje al Duque de Alba, al que debían dar anualmente la novena parte de sus cosechas. Filmada en 1959 junto a un “dream team”: Miguel Picazo, Mario Camus, José Luis Borau y Luis S. Enciso, el rodaje duró un día, en directo y sin planificación, con la fiesta popular como único argumento de la película.
Esta restauración de la Filmoteca de Castilla y León nos permite regresar a un hito del cine de no ficción nacional filmado en un vibrante technicolor que permitió al cineasta salmantino encontrar luz y armonía en ese microcosmos de callejuelas, toros, sacerdotes y autoridades.
Los dos trabajos son un claro ejemplo, según Maite Conesa, de patrimonio emocional y memoria. Gracias a esta laboriosa y milimétrica tarea, el mensaje podrá ser difundido a varias generaciones más.

 
			    


 
		 
		 
		