En la tinta del boli de Beatriz del Monte (manchega nacida en Madrid, en 1994) están las memorias de sus abuelos, y en los bailes, las tradiciones de todas las vecinas del pueblo. El personaje de Bewis de la Rosa lo ha creado para recordarnos que estamos perdiendo la conexión con la naturaleza y que la tierra es para el que la trabaja.
Bewis forma parte de una generación dispuesta a demostrar algo que es de perogrullo: lo natural es crecer cuidando la raíz. Debutó con el LP Amor más que nunca en 2023, y en 2025 ha lanzado un EP de ampliación: Puchero de recena, donde sigue consiguiendo colar mensajes descarnados disfrazados de verbena.
Su propuesta escénica llega a Valladolid formando parte de la programación musical del encuentro Vino+Tapas, en la Acera de Recoletos (sábado 17 de mayo, a las 21:00).
PREGUNTA. ¿De dónde te viene la vena hiphopera?
RESPUESTA (Beatriz del Monte). Pues mira, hice danza desde pequeña, y entre los ocho y los diecisiete años me dediqué bastante al hip hop, competía y todo con mis grupos, que he tenido diferentes. Competía en all styles de hip hop.
P. ¿Breakdance?
R. Bueno, más que breakdance yo bailaba popping, locking, house, waacking. Break también he hecho un poco, a alguna batalla me presenté de pequeña, pero yo era más de danzas urbanas. Dentro de eso, estaba bastante cerca el rap y de la cultura hip hop, yo también montaba coreografías con mis amigas en la calle y en la plaza, en San Fernando de Henares (Madrid). Me he criado entre mi pueblo, Villamayor de Santiago (Cuenca), San Fernando y Coslada (Madrid). Mi otro pueblo es Cifuentes (Guadalajara). He vivido entre la urbe y el pueblo, y cuando estaba en la urbe era cuando me vinculaba al movimiento hip hop, escuchando también rap. Me gustaba mucho escribir, y cuando escribía me salían poesías o letras de rap.
P. San Fernando no es mal sitio, muy cerquita de Torrejón de Ardoz, cuna del rap en español, para empaparse del movimiento. ¿A quién escuchabas?
R. Sí, hombre, de Torrejón es El Chojin, por ejemplo. También escuchaba a Nach, a ZPU, a Wöyza, que fue la primera mujer que vi en escena. A la Mala Rodríguez también la he escuchado. Luego empecé a escuchar a la Gata Cattana. Y de Estados Unidos a Missy Elliott, a Lauryn Hill y a TLC. Esos eran un poco mis referentes dentro del mundo hip hop, aunque luego escuchaba mucha música popular y tradicional, la rama folclórica. Para mí, Lola Flores es la primera rapera de España, por sus trabalenguas y su manera de contar e interpretar.
P. Luego llega la necesidad de comunicarte desde lo rural, desde un punto de vista muy diferente al que llega a las radios españolas o a la televisión.
R. Tengo una compañía de artes escénicas, que se llama Malditas Lagartijas, y en ella desarrollo investigación desde la danza y el teatro físico. Siento que encontré las líneas de desarrollo de investigación que a mí me interesaban, siempre vinculadas a la tradición, a la búsqueda en la raíz de los saberes antiguos, a las tradiciones populares, a cómo nos vinculamos en sociedad, siempre con un punto de vista crítico. Mi imaginario artístico siempre estaba muy vinculado a esa cosa de pueblo, porque allí era donde más nutrientes hallaba. Las conversaciones con mi abuela han sido muy inspiradoras. Cuando terminé el conservatorio de danza me moví mucho, pero al llegar la pandemia me planteé dónde me iría si me tuviera que quedar allí para siempre, y lo único que sentí como hogar y casa fue mi pueblo, Villamayor de Santiago. Allí me fui y allí se crearon la mayoría de las canciones que están en Amor más que nunca. Cuando las vi todas aglomeradas fue cuando me dije que eso era rap rural.
P. ¿Cuáles son las conversaciones que más recuerdas con tu abuela? Alguna que te venga a la mente.
R. Buah, ¡es que tengo un montón! De hecho, tengo muchas grabadas. En el disco alguna sale, y a veces las he puesto en los directos. En el fanzine del disco salen ella y mi abuelo. Me gustaba mucho que me contase cómo era la cotidianidad antigua, me hablaba mucho de las tradiciones, de cómo celebraban antes. Cómo ha cambiado la manera de ritualizar que tenemos, como cuando la gente se moría. Sabía muchos rezos y me gustaba escucharla, aunque yo luego la espiritualidad me la he llevado para otro lado. Falleció en 2022, pero llegó a ver algunos videoclips.
P. ¿Y qué opinaba?
R. Le gustaba mucho. Decía “uh, qué bien, qué bien”. Sí, le gustó.

P. Justo entonces estabas creando este personaje de Bewis de la Rosa, que es un personaje jocoso, divertido, con conciertos muy animados, pero algunas canciones son densas, son crudas, como ¿Dónde estabas?, Dolor pa florecer o Mi tierra.
R. Para mí es como un paisaje, como un viaje de dentro hacia afuera. Creo que para poder celebrarnos, hay una parte de hacernos cargo y de responsabilizarnos de lo que nos acontece por dentro, y a veces el paisaje emocional de las personas es complejo. El disco es un viaje emocional por todas las etapas de cualquier persona. Pero lo que siempre trato de hacer desde Bewis es darle ese punto de luz, aunque el tema sea denso, aunque haya letras oscuras y crudas. No se trata de que no nos duelan las cosas, porque nos van a doler siempre, pero se puede no sufrirlas, no meternos en bucles existenciales, aprender de lo que nos pasa.
P. ¿Cómo se compagina eso? Porque la gente va a ver a Bewis para divertirse, pero esas letras son para repensarlas.
R. Hay una cosa que tengo muy en cuenta, sobre todo ahora que estoy escribiendo el siguiente disco: lo importante que es lo que te dices, porque al final generas un mantra. O la música que escuchamos. Generas al final un sistema de creencias, por repetirte tantas veces lo que dices o lo que has escuchado, o cantarlo. Es importante cómo queremos contarnos nuestra historia, lo que nos pasa. Entonces ahí reside ese doble filo entre lo denso y la luz del proyecto de Bewis.
P. Hay sobre todo un tema que impresiona desde el principio, ¿Dónde estabas? [nunca la interpreta en vivo esta canción], con un mensaje muy importante sobre salud mental, que desgraciadamente no suele ser habitual en la mayoría de cancioneros. Hablas de ansiedad, hablas del monstruo. ¿Ese monstruo se te ha aparecido muchas veces?
R. Pues ahora parece que nos sentimos mejor por nombrar las cosas… Creo que todas las personas pasamos por etapas de dolor, de complejidad, de no comprender lo que nos está pasando, de sentirnos solas, de quejarnos, de enfadarnos con el mundo, de no hacernos cargo de nuestros propios procesos mentales. Estamos en un momento en el que se está hablando mucho de esto. Estamos aprendiendo a nombrar, normalizar y a aceptar estados del ser que no son salubres. Estamos aceptando la ansiedad, y se está banalizando, porque no hay nada que venga a solucionarlo. Se normaliza ir a terapia. Bueno, en parte, sí, guay, saber que no hace falta estar en la puta locura para poder hacerte cargo de lo que te pasa y poder hacerlo antes de que vaya a peor, sí. Pero, por otra parte, cuidado: porque todo lo que nos genera eso no se está solucionando. La forma de vivir que tiene la gente, que le lleva a tener esos estados, su desconexión con la naturaleza, con los ritmos naturales, con las motivaciones de un individuo humano, no se está solucionando. Aparte de poder normalizarlo también molaría que hubiera cambios de paradigma y de perspectiva de las personas para que no tengan que sufrir.
P. Digamos que nombrar las cosas sería solo un primer paso. Hay varios trabajos por realizar en paralelo, como mejorar la calidad de vida para no tener que sufrir la llegada de ese monstruo.
R. Es un laberinto, porque también debemos hacernos cargo de nuestro monstruo. Quererle, cuidarle, abrazarle. Y no todo el rato creer que está fuera, porque el monstruo está bastante más dentro de nosotras de lo que pensamos.
Víctor David López




