Un coloquio entre defensoras de derechos humanos fue el formato elegido para la novena edición del ciclo Voces de Mujer, organizado por Dialogasex, que tuvo lugar este miércoles 24 de septiembre en el Centro Municipal de Igualdad de Valladolid. La velada contó con la participación de Noemí Lara (Centro Albor- Oblatas), Elena Parrilla (Amnistía Internacional Castilla y León) y la periodista internacional Beatriz Castañeda Aller.
La reportera pucelana (nació en Valladolid en 1997) se describe como “con enfoque en derechos humanos”, aunque le da un poco de rabia tener que etiquetarse a sí misma de ese modo: “Evidentemente yo cuento las historias desde esta mirada, pero es que creo que no hay otra forma de contarlas”, comenta para Social24Horas. “Es la manera de contarlas más fiel y justa con la realidad. Es como tener que decir que eres una periodista especializada en rigurosidad. Creo que no debería haber historias no atravesadas por una mirada de derechos humanos. Es lo mínimo”.
Narrar desde una mirada feminista, según la periodista, tiene otros matices. “También creo que todo el periodismo debe ser feminista, pero las defensoras de derechos sexuales, igualdad de género o narrativas LGTBI han aportado otra cuestión a la mesa. Es una manera de instalarse más allá de solo los temas que se cuentan”.
Su reconexión con el oficio del periodismo sucedió en Centroamérica, donde trabajaba con la Asamblea de Cooperación Por la Paz (ACPP) en apoyo a periodistas independientes y a personas LGTBI desplazadas por la violencia. “Impulsamos un podcast con ellas y con medios feministas”, recuerda, “y descubrí una forma de narrar historias que no tenía que ver con la exclusiva ni con llegar primero, sino con priorizar cuidar a la fuente, sobre todo, y con pensar las historias desde su impacto”.
Los ojos de Beatriz Castañeda Aller, a lo largo de los últimos años, se han posado sobre situaciones complejas y de digestión pesada, alejadas del nivel de información que la ciudadanía puede consumir y absorber desde el sofá sin efectos secundarios. Algunas son horribles y otras, esperanzadoras.
En el campamento de Al-Hol, en Siria, uno de los dos centros de internamiento para familiares de miembros del ISIS, descubrió una cárcel a cielo abierto donde la mitad de los internos eran niñas y niños, y la otra mitad, sus madres. “Tuvimos la oportunidad de entrevistar a varias mujeres que habían pasado por ese campo pero que ya estaban reinsertadas en la sociedad, en manos de organizaciones no gubernamentales que las ayudaban, con apoyo de la cooperación internacional, reconciliándose con el barrio, ya que todo el mundo las rechazaba porque sus maridos habían pertenecido al ISIS”. Habían tenido que inventarse todo un modelo de resistencia: “Alguna tenía una panadería, otras trabajaban de costureras”.
En Centroamérica conoció de cerca la realidad de las personas LGTBI encarceladas: la labor de las organizaciones humanitarias que les dan apoyo desde fuera y la autodefensa y organización interna entre, por ejemplo, el colectivo de mujeres trans.
Desde Siria también le llegaron los buenos ejemplos. Fue concretamente en la región de la Autoridad Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES), que opera en el Kurdistán sirio. Se trata de un proyecto de liberación de las mujeres en el cual “los mecanismos de igualdad que tiene en todo el sistema de democracia representativa y comunitaria casi no nos los podemos ni imaginar, porque en muchas ocasiones superan nuestras propias ideas de igualdad”.

El gran aprendizaje que le dejan todos los viajes y todas las conversaciones es que “garantizar los derechos humanos tal y como están escritos no es posible en el actual estado de las cosas”. Para hacer cumplir los derechos humanos, señala, “es necesario dar marcha atrás en este sistema económico salvaje”. Según la periodista, a la hora de defender los derechos humanos “lo más importante es dejarse conmover, tener ternura, conversar, organizarse colectivamente y volver a creer que es posible revolucionarse para cambiar las cosas”.
A pesar de la aspereza por la que ha transitado su trabajo periodístico en el exterior, Beatriz Castañeda Aller deja una reflexión que es una cruel fotografía de la sociedad actual española: “En mi trabajo hay muchas dificultades de seguridad, de logística, el castigo que hay hacia la profesión, pero creo que los momentos emocionalmente más duros los he vivido aquí, y tienen que ver con cómo percibimos las cosas y cómo están impactando determinados discursos socialmente”.
Cubriendo La Vuelta a España hace unos días, se emocionó mucho con la cantidad de personas que se organizaron por Palestina en Valladolid, pero le dolió mucho ver la reacción de algunas personas contra quienes se solidarizaban. “Y no hablo solo de los voluntarios en seguridad, que también, si no la gente de la ciudad gritando y llamando de todo a personas que solo se solidarizaban”.
Beatriz se puso a llorar mientras grababa, y tuvo que parar. Entendió cómo los discursos de odio y los discursos reaccionarios están calando en nuestro día a día. Le duele recordar el contraste de ver la belleza de tantas personas movilizándose y la desidia con la que se les insultaba.
V.D.L.




