El cuento personal de la cuentacuentos Noelia León Alcalde (Abrapalabra Cuentacuentos) es casi igual de vibrante e inesperado que los que relata en sus actuaciones. La persistencia, la investigación y la pasión por la literatura y la narración oral le han permitido preservar este oficio en peligro de extinción y sellar una trayectoria muy meritoria hasta la fecha. La Federación de Peñas (Fevapeñas) le ha vuelto a llamar para incluirla en su programación dentro de la Feria y Fiestas de la Virgen de San Lorenzo. Tiene dos pases en la Chopera de las Moreras este sábado 6 de septiembre (17h y 18h).
Y justo después de las festividades, su amor por los relatos trae novedades: el taller familiar Cuentos en Lila, orientado a familias, animará a la lectura en clave de igualdad en el Centro Municipal de Igualdad de Valladolid. En cada velada se contará un cuento y después de realizarán dos actividades: una basada en la reflexión y las emociones y otra manual para reforzar la historia contada, para que no se le olvide a nadie. Social24Horas charla con ella en la Acera Recoletos, en la previa de las fiestas.
PREGUNTA. ¿Cuándo nació el proyecto de Abrapalabra Cuentacuentos?
RESPUESTA. Nació hace 26 años exactamente, septiembre de 1999, en la Escuela Universitaria de Educación de Palencia. Allí un día apareció un cartelito a mano que decía: “Si te gusta contar cuentos, ven a la biblioteca tal día a tal hora”. Yo venía del teatro absolutamente amateur, había participado en grupos de teatro vallisoletanos, y me gusta muchísimo el tema de la narración: fui ese día a esa cita. A partir de ese momento se creó una formación de compañeros de diferentes disciplinas que nos juntábamos con el objetivo de buscar cuentos para leérnoslos y después para interpretarlos. En ese momento era todo para adultos: mucho Galeano, Borges, pequeñas historias con un contenido de transformación social que nos interesaba trasladar. Había gente que provenía de lugares donde los cuentos son tradición oral. Ahí empezamos a crecer un poquito más en contenido. Nuestra universidad nos respaldó muchísimo, y nos empezaron a ceder una sala para juntarnos y contar historias.
P. ¿Os los contabais entre vosotros? ¿Cuántos erais?
R. Entre nosotros, entre nosotros. Éramos un grupo de una docenilla de personas, todos muy jóvenes, entre 18 y 20-22. Sin ánimo de querer contarlo con público, pero con el apoyo que nos dio la universidad la gente empezó a querer venir a vernos y a escucharnos. Empezamos a organizar pequeñas contadas (así las llamábamos). El público era nuestros compañeros.
P. ¿Este grupo tenía nombre por aquel entonces?
R. Nos empezamos a llamar Abrapalabra. Palencia es muy pequeña y muy agradecida, y a partir de ahí los bares nos empezaron a pedir cuentacuentos.
P. Y seguían siendo cuentos para adultos.
R. Sí, para adultos.
P. ¿Cuáles eran tus favoritos en aquellos años?
R. Éramos fans de Eduardo Galeano. Casi todo el repertorio que teníamos era de Galeano. Son cuentos con contenido social muy importante, que hablan de las cosas que en educación nos interesan. Siempre me ponía los pelos de punta. Yo leía mucho también a Isabel Allende, adaptábamos pequeñas historias. Los bares estaban llenos de cuentacuentos. Luego nos relegó el mundo de los monologuistas y nos quedamos en la nada más absoluta.Yo venía mucho a Valladolid y había cuentacuentos en muchísimos bares: Libertad 3, Sugerencias, etc.
P. ¿Qué pasó con el grupo?
R. Estuvimos trabajando muy activamente. Nos contrató la Diputación para hacer una gira por toda la provincia de Palencia. Sesenta pases en un año, los fines de semana. Crecimos como la espuma, tres años trabajando a lo loco.
P. Luego llegó la graduación y el grupo se desintegró, o se expandió.
R. Decidimos que en cada lugar en el que estuviéramos (porque unos eran de Logroño, otros de Bilbao, de Palencia, Valladolid, de pueblos) seguiríamos con el nombre de Abrapalabra. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, ha habido gente que ha adoptado otros nombres porque les ha parecido que se ajustaban más a ellos. Finalmente he sido yo la que he seguido usando el nombre de Abrapalabra, al que añadí después lo de Cuentacuentos.
P. ¿Cómo fue el viaje en solitario hacia los cuentos infantiles?
R. Un drama. Mis primeros bolos en Valladolid eran en bares yo sola, y echaba muchísimo de menos al grupo. Poco a poco fui viendo, como educadora, que tenía más potencial dedicarme a la narración oral de contenido social para niñas y niños, para que luego ellos fueran transmisores a lo largo del tiempo. En estos veintipocos años que llevo sola me he dedicado a contar casi siempre para la infancia, pero he tenido espectáculos específicos para adultos.
P. ¿Los textos actualmente de dónde surgen?
R. Cuento cuentos que me leo en la biblioteca; escucho a muchísimos de mis compañeros también. Y me dejo medio sueldo en la librería.
P. ¿Cómo se mantiene la atención de los niños ahora en esta época en la que su atención está tan dispersa, con tantas distracciones y estímulos?
R. Dándoles algo que no han vivido nunca: algo tan sencillo como siéntate y escucha ya no se lleva, es revolucionario. Yo al principio tenía millones recursos sobre el escenario: metía sombras chinescas, montajes con música, metía diapositivas.
P. ¿Filminas?
R. Sí, pero diapositivas de placa, de carrete. Y transparencias, que también es antiguo.
P. Eso sí que es antiguo. ¿Puedes explicar a los más jóvenes del lugar cómo eran esas diapositivas?
R. Pues es una imagen de la que se hace una fotografía que se revela, como si fuera un negativo pero que está enmarcado en un cartucho que se mete en una máquina que con una proyección de luz ampliada parece una proyección de un ordenador de hoy por hoy.
P. Pues está muy bien explicado.
R. Que se note que soy cuentacuentos. Al final fui viendo que no hacía falta tanto. Me fijé en la Muestra Iberoamericana de Narración Oral del teatro Calderón, donde una persona se planta vestida de negro en el centro del escenario y solo con su voz y lo que cuenta y cómo lo cuenta, capta tu atención desde el principio hasta el final.

P. Son muchos años de actuaciones. ¿Cuál ha sido la actuación más difícil a la que te has enfrentado?
R. Tengo actuaciones muy difíciles. Para la narración oral hay algo que es imprescindible: un espacio de escucha. A veces te metes en espacios que no son oportunos. Una vez hice un cuentacuentos en una guardería de cero a tres años. Habían colocado a los niños sentados por orden de edad en el patio y a mí me habían colocado en una especie de soportal, entre sol y sombra. Las profesoras salieron con las bandejas de la merienda y se pusieron a repartir la merienda mientras yo contaba cuentos. Y los padres estaban por detrás, queriendo hacer fotos a los niños en la fiesta. El peor espectáculo que recuerdo creo que es ese.
P. Entre 2018 y 2020 tenías ya decidido aparcar el proyecto, pero después de la pandemia la ilusión volvió a ti mientras presenciabas el festival de Ciudad Rodrigo. Ahora hay muchas actuaciones que recuerdas para bien.
R. Me vine arriba otra vez. A partir de entonces todo lo que me ha pasado es extraordinariamente bueno. He tenido la suerte de poder trabajar en la biblioteca al aire libre del Campo Grande, de poder hacer centros cívicos de la ciudad, estar en salas y bares. Hasta el punto de que este año he tenido mi primer bolo en Castilla La Mancha. Me dije, palante todo.
P. Se salvó el proyecto y el oficio.
R. Totalmente. Ahora el proyecto me da un resultado muy bonito compartiendo palabras. Nos vamos a sentar aquí y vamos a compartir palabras, y vas a ver qué chulo.
Víctor David López



