Siempre he pensado que sí, esto de la crisis debe de ser verdad, porque vivimos en una sociedad tan carente, que la exclusividad se paga cara. Y no me estoy refiriendo a coches de alta gama, a casas, en urbanizaciones, de lujo, o a posesiones materiales.
Me refiero a la personalidad, a esas personas que por lo que sea no somos lo que el resto espera que seamos. Porque vamos de frente, porque decimos la verdad o lo que nosotros entendemos como tal, vaya, porque somos muy sinceros.
Esto no solo te lo recrimina tu entorno, pues ya he tenido que oír alguna vez de boca de mis padres, que si soy conflictiva, que si debo de gustar a poca gente, si no también en Aquellos lugares donde te mueves como en mi caso la universidad, o alguna institución cerrada del estilo.
El ser humano es muy reacio el cambio, y alberga dentro de sí bastantes complejos como el temor de no gustar a todo el mundo, él pavor a las opiniones ajenas ,o incluso al ridículo, que como yo siempre digo, era verde y lo pastó una vaca. Gustar a los demás, para no gustarte a ti mismo, o gustarte más a ti mismo, para quizá, no gustar tanto a los demás… He ahí el dilema.
Pienso que tal vez tener tu propio camino en la vida, o tu propia personalidad es algo así como ir por carretera de montaña, donde el paisaje es más curvilíneo, y pedregoso, pero más paisajístico y bonito. Hay personas que tal vez por su debilidad psicológica, o por su pasividad, prefieren ir por autovía, llegando antes al destino, y aguantando, muchas menos inclemencias en el camino.
Cierto que se paga un peaje por ello, pero yo soy de las que voy de cara, y está claro que siempre vas a gustar a alguien. Y por supuesto, no a todos
Cuando la sinceridad no es bienvenida
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