A los más jóvenes del lugar les puede parecer inverosímil, pero una vez hubo algo llamado Ley de Vagos y Maleantes, en la cual el dictador Francisco Franco decidió incluir a los homosexuales. Esta ley, en 1970, fue sustituida y derogada por la Ley de Peligrosidad Social y Rehabilitación Social. Era muy similar, y además incluía penas de hasta cinco años de internamiento en cárceles o manicomios para los homosexuales. El Franquismo pretendía, en estos centros, “curar la homosexualidad”.
Cuenta la documentación de Amnistía Internacional que “se crearon dos centros de detención, uno en Badajoz (donde se encerraba a los pasivos) y otro en Huelva (donde se llevaban a los activos)”. También hubo algunas otras cárceles con zonas reservadas para presos homosexuales. “En estos establecimientos”, explica la entidad, “se intentaba cambiar la orientación sexual de los presos mediante terapia de aversión, es decir, tras estímulos homosexuales se aplicaban descargas eléctricas, que cesaban cuando se exponían estímulos heterosexuales. En España también se aplicó la lobotomía para tratar de «curar» a homosexuales”.
El 26 de diciembre de 1978, ya en periodo democrático, la ley se modificó para despenalizar, entre otras conductas, la homosexualidad. No hubo reparación de daños para los afectados. Ese contexto de finales de los años setenta, en Sevilla, es el escenario en que el director Alejandro Marín sitúa le película “Te estoy amando locamente” (2023), tercera proyección del XII Ciclo de Cine y Derechos Humanos al Aire Libre, organizado en la Facultad de Filosofía y Letras por Amnistía Internacional y la Universidad de Valladolid. En esta ocasión, la película, programada para las 22:00 de este lunes 21 de julio, contará con la presentación de Virginia Hernández, de la Fundación Triángulo Castilla y León.
Será el tercer lunes de julio con película, en un ciclo que ya es esperado por los amantes del cine en Valladolid y también por todos aquellos que apoyan la defensa de los derechos humanos. Carmen Castro, de Amnistía Internacional, es la ideadora y una de las organizadoras del ciclo. Está “contenta con la respuesta del público”, consciente de que se trata de “una iniciativa modesta”. Un núcleo fiel de asistentes, en torno a las doscientas personas de media, ocupan su asiento cada velada frente a la fachada de Filosofía y Letras, gratis y al fresco.
“Es importante seguir defendiendo determinados derechos”, señala Castro cuando se le pregunta sobre los objetivos del ya tradicional evento, “y el ciclo de cine es una buena iniciativa en ese sentido”. Son cuatro lunes de julio, cuatro oportunidades para poner sobre la mesa problemáticas que puedan interesar a la ciudadanía. “Vamos intentando variar. Siempre tenemos en mente la idea de cubrir distintos derechos y temáticas”, comenta a Social24Horas.
Atrás quedan meses de incordios con la farragosa tarea de conseguir los derechos para proyectar las cintas elegidas. “Algunas distribuidoras se han portado superbien con nosotras”, celebran desde Amnistía Internacional. Todo para que cada noche de lunes de julio, a las diez, se encienda el proyector y se haga el silencio.



